ANOCHE CUANDO DORMÍA
Anoche cuando dormía
 soñé, ¡bendita ilusión!,
 que una fontana fluía
 dentro de mi corazón.
 Di: ¿por qué acequia escondida,
 agua, vienes hasta mí,
 manantial de nueva vida
 en donde nunca bebí?
 Anoche cuando dormía
 soñé, ¡bendita ilusión!,
 que una colmena tenía
 dentro de mi corazón;
 y las doradas abejas
 iban fabricando en él,
 con las amarguras viejas,
 blanca cera y dulce miel.
 Anoche cuando dormía
 soñé, ¡bendita ilusión!,
 que un sol ardiente lucía
 dentro de mi corazón.
 Era ardiente porque daba
 calores de rojo hogar,
 y era sol porque alumbraba
 y porque hacía llorar.
 Anoche cuando dormía
 soñé, ¡bendita ilusión!,
 que era Dios lo que tenía
 dentro de mi corazón.
RETRATO
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
 y un huerto claro donde madura el limonero;
 mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
 mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
 Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido
 —ya conocéis mi torpe aliño indumentario—;
 mas recibí la flecha que me asignó Cupido
 y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.
 Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
 pero mi verso brota de manantial sereno;
 y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
 soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
 Adoro la hermosura, y en la moderna estética
 corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
 mas no amo los afeites de la actual cosmética
 ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
 Desdeño las romanzas de los tenores huecos
 y el coro de los grillos que cantan a la luna.
 A distinguir me paro las voces de los ecos,
 y escucho solamente, entre las voces, una.
 ¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
 mi verso como deja el capitán su espada:
 famosa por la mano viril que la blandiera,
 no por el docto oficio del forjador preciada.
 Converso con el hombre que siempre va conmigo
 —quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
 mi soliloquio es plática con este buen amigo
 que me enseñó el secreto de la filantropía.
 Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
 A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
 el traje que me cubre y la mansión que habito,
 el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
 Y cuando llegue el día del último viaje
 y esté a partir la nave que nunca ha de tornar,
 me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
 casi desnudo, como los hijos de la mar.
A UN OLMO SECO
Al olmo viejo, podrido por el rayo
 y en su mitad podrido,
 con las lluvias de abril y el sol de mayo
 algunas hojas verdes le han salido.
 ¡El olmo centenario en la colina
 que lame el Duero! Un musgo amarillento
 le mancha la corteza blanquecina
 al tronco carcomido y polvoriento.
 No será, cual los álamos cantores
 que guardan el camino y la ribera,
 habitado de pardos ruiseñores.
 Ejército de hormigas en hilera
 va trepando por él, y en sus entrañas
 urden sus telas grises las arañas.
 Antes que te derribe, olmo del Duero,
 con su hacha el leñador, y el carpintero
 te convierta en melena de campana,
 lanza de carro o yugo de carreta;
 antes que rojo en el hogar, mañana,
 ardas, de alguna mísera caseta,
 al borde de un camino;
 antes que te descuaje un torbellino
 y tronche el soplo de las sierras blancas;
 antes que el río hasta la mar te empuje
 por valles y barrancas,
 olmo, quiero anotar en mi cartera
 la gracia de tu rama verdecida.
 Mi corazón espera
 también, hacia la luz y hacia la vida,
 otro milagro de la primavera.
YO VOY SOÑANDO CAMINOS
Yo voy soñando caminos
 de la tarde. ¡Las colinas
 doradas, los verdes pinos,
 las polvorientas encinas! ...
 ¿Adónde el camino irá?
 Yo voy cantando, viajero
 a lo largo del sendero...
 —La tarde cayendo está—.
 «En el corazón tenía
 la espina de una pasión;
 logré arrancármela un día,
 ya no siento el corazón.»
 Y todo el campo un momento
 se queda, mudo y sombrío,
 meditando. Suena el viento
 en los álamos del río.
 La tarde más se oscurece;
 y el camino que serpea
 y débilmente blanquea
 se enturbia y desaparece.
 Mi cantar vuelve a plañir:
 «Aguda espina dorada,
 quién te pudiera sentir
 en el corazón clavada.»
 RECUERDO INFANTIL
Una tarde parda y fría
 de invierno. Los colegiales
 estudian. Monotonía
 de lluvia tras los cristales.
 Es la clase. En un cartel
 se representa a Caín
 fugitivo, y muerto Abel,
 junto a una mancha carmín.
 Con timbre sonoro y hueco
 truena el maestro, un anciano
 mal vestido, enjuto y seco,
 que lleva un libro en la mano.
 Y todo un coro infantil
 va cantando la lección:
 mil veces ciento, cien mil;
 mil veces mil, un millón.
 Una tarde parda y fría
 de invierno. Los colegiales
 estudian. Monotonía
 de la lluvia en los cristales.
Extracto de Proverbios y cantares (XXIX)
Caminante, son tus huellas
 el camino y nada más;
 Caminante, no hay camino,
 se hace camino al andar.
 Al andar se hace el camino,
 y al volver la vista atrás
 se ve la senda que nunca
 se ha de volver a pisar.
 Caminante no hay camino
 sino estelas en la mar.
Conchi esta muy bien la entrada de Antonio Machado!!Que bonito es el poema.
ResponElimina¡Hombre! Me alegro que a alguien le guste. Gracias, Gloria.
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